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La presidencia como entidad: Cargo superfluo (página 2)




Enviado por Felix Larocca



Partes: 1, 2

Los presidentes y
sus enemigos

El enemigo tradicional de los gobernantes en todas
partes del mundo es el anillo íntimo con que se rodea.
 Como ejemplo inmediato, los miembros del collar de Bush son
responsables directos del desastre que hoy se conoce como la
guerra en
Irak
Todos, sin excepción, le dieron malos consejos — algo
que, el hombre
atolondrado que es, Bush no requiriera para hacer malas
decisiones.

Pero, para George Bush existen otros enemigos que son
más formidables, y a la vez más
poderosos.

Visitemos esta vez, nuestro pasado rupestre.

Por toda la duración de nuestro origen
neolítico, nuestra raza se las arregló sin la
presencia de reyes, reinas, primeros ministros, presidentes,
parlamentos, congresos, gabinetes, síndicos, ligas
municipales, gobernadores, policías, militares y sin la
presencia de cárceles — porque los jueces, los abogados
y las cortes no existían.

A la recherche du temps perdu…

La presidencia de un país, cualquier país,
es una invención extraña y esencialmente superflua
para la supervivencia genuina de nuestra especie.

En término de retornos, la presidencia, cuesta
mucho y vale muy poco.

Como corolario final, los presidentes, todos, resultan
siendo como el piogán de otras de nuestras
lecciones: parásitos bien mantenidos.

Como los parásitos bien mantenidos, que casi
todos los presidentes conocidos son, no los
necesitamos…

Ni la presidencia como oficina, ni Bush,
ni la Reina Isabel, ni el Papa, son esenciales para nosotros, a
menos que ellos nos sirvan un propósito vital: el de
nuestra supervivencia… de lo contrario, para nada nos
sirven.

Y, como a nuestro bienestar nada concreto
contribuyen; como está bien demostrado. Con facilidad se
colige que, entonces, para nada nos sirven…

¡Para nada!

Lob-dob…

Nosotros tenemos nuestro destino predeterminado por la
Naturaleza:
Nacer, vivir, reproducirnos, envejecer y morir — que viva
mejor, el que mejor esté dotado… (Como ya nos
advirtiera Herbert Spencer). Simple…

Para vivir tranquilos en este valle de lágrimas,
estaríamos más bien si no tuviéramos que
preocuparnos por los líos que nuestros gobernantes urden
mientras dormimos.

El insomnio es por ello, entre otras dolencias, mal
común entre los seres civilizados.

Por ello los presidentes dominicanos no pueden resolver
el problema de la electricidad.

Porque si a Dios le gusta la claridad, a nuestros
presidentes les encanta lo oscuro…

Lob-dob.

Nuestra especie estuvo acostumbrada a desenvolverse en
bandas nómadas y pequeñas, donde la autoridad se
derivaba de un "igual entre iguales", por los otros designado,
como "hombre cabeza"
— jefe, caudillo, capo.

Este dirigente carecería siempre de poderes, o de
autoridad absoluta e indiscriminada, sobre sus
coetáneos.

El cabecilla era un miembro especial de la tribu, su
mandato era temporal.

Así es como debe de ser con el Presidente — lo
que sucede, es que al presidente le gustaría quedarse por
siempre y para siempre sentado en la silla pegajosa que arriba
mencionáramos… Fenómeno éste que ya
hemos visto reiteradamente en la historia de nuestros
países.

Ese solio es pegadizo…

Pero, ¿cómo se constituye un cabecilla
tribal, y qué requisitos debe de reunir para
serlo?

La respuesta no las ofrece una de las pocas tribus
primitivas que aún existen. Escuchemos a los Semai de
Malasia:

"… el deber del cabecilla es de mantener la paz
por medio de la conciliación en vez de por la
coerción. Como líder
debe de ser personalmente respetado por todos… porque si
no, la gente se le distanciará y tendrá que ser
reemplazado, ya que nadie lo escuchará. Lo que se reduce
al hecho de que el líder no es más que un vocero de
la opinión de los otros y no un autor de la
misma".

¡Escuchen George Bush y la camarilla que te
circunda!

Pero, porque un día nos agrupáramos en
ciudades y avanzáramos la ruta tortuosa de las
épocas industriales con sus complejidades relacionadas —
Los sumerios inventarían, el
dinero… y el resto ya es historia. (Léanse al
respecto, mi serie de artículos Por qué no
existen los accidentes
).

Los enemigos de los gobernantes

El primer enemigo de un gobernante es la
Suspicacia del pueblo. Pueblo que ha sido engañado
de siempre con promesas de campaña electoral que nunca se
cumplen.

Aun y antes de que un presidente recién electo se
haya juramentado, por costumbre, casi todos los ciudadanos emiten
juicios pesimistas acerca de su futuro comportamiento.

Es mejor precaver que tener que remediar, algunos nos
aconsejan.

También es cierto, que casi todos nuestros
políticos y gobernantes, nos han dado razones en
abundancia para no creer en sus palabras y menos aún en
sus intenciones.

La razón para esto es muy simple. Un nuevo
gobierno, muy a
menudo, resulta en una reedición de un gobernante
anterior. Un gobernante pasado, que muchos, aunque lo opusieran
conocieran — mientras que al nuevo, por no conocerlo bien, lo
consideran peor… A eso llamamos "prejuicio".

No lo olvidemos, porque así puede suceder con
todo nuevo gobierno en todo país.

La suspicacia, no es paranoia. La suspicacia, en este
caso, es el ejercicio del Principio freudiano de la
Realidad.

Otros enemigos. La
economía y
la dolarización.

Hoy nos plantea, algún gobernante, que tiene
planes para fortalecer nuestra divisa sin tener que recorrer la
ruta humillante de la dolarización — Sería idea muy
buena — pero, que, nos diga que lo "quiere" hacer no es lo
suficiente. Lo que falta es que al pueblo se le explique lo que
recomienda y cómo lo sustentará; antes de que
lo haga o no lo haga. Ya que, al fin y al cabo,
siempre lo hará sin prestar atención a nadie — Historia ésta
que se repite ad absurdum. (Véase mi
artículo, El Poder
Detrás del Trono
).

  "Vuelo" de Santo Domingo a
Puerto Rico,
"primera clase"…

Lo que Leonel, Lula o Chávez quieran hacer con
sus pueblos, no nos interesa, porque no les creemos, ya que los
fantasmas
gobernantes del pasado perduran. Lo que nos importa es que no nos
usen y que no nos manipulen.

Que no nos guíen más. Que no nos manden.
Repetimos, que no nos ordenen, ya que como pueblo algunos pocos,
entre nosotros, pensamos.

Que nos razonen y que nos expliquen.

Que no nos traten más, como sus hijos
mocosos… o, es ¿babosos?

Hablando todavía de enemigos

Otro enemigo que no dejará tranquilo a
ningún presidente latinoamericano es la crisis
crónica, severa e incurable de la energía
eléctrica en algunos de nuestros países.
(Véanse mis artículos acerca de los apagones y sus
efectos físicos y psicológicos).

La compra-y-venta — con
beneficiarios de por medio — de las compañías que
nos suministran la electricidad no es de repetirse. De hecho, si
Leonel, algún día, viaja a España a
recibir medallas, à la Chapita, tiene que prometerle al
pueblo dominicano que el "honor" que recibe no nos costará
unos cuartos muy largos, como la experiencia nos
dicta.

Enemigo

El congreso. Durante los últimos años
hemos visto en la prensa local e
internacional el espectáculo sombrío y triste de
energúmenos, de ambos sexos, que se reparten, en muchos
países, el erario nacional otorgándose beneficios
exagerados e inmerecidos. Eso, algunos, a menudo, lo
hacían, cuando no estaban disparándose tiros entre
ellos, dentro de los salones sagrados del hemiciclo
legislativo.

¡Lástima que no supieran ni tan siquiera
apuntar sus armas!

Ayúdennos a elegir un congreso nacional (omito
las letras mayúsculas a propósito) que sea digno de
sentarse a legislar en lugar de sentarse a escamotear y al
tráfico de favores.

Nosotros, algún día, votaremos los simios
de adentro y buscaremos sustituirlos con seres civilizados para
suplantar a los payasos del circo en existencia.

¿Enemigos?

Los jefes, los parientes de los jefes, y los caciques.
Hace unos años que viéramos en acción
una pariente de los muchos que ostenta el Rey de la Selva local.
Se puso en el escenario en la vecindad de nuestra morada.
 Pero, como fuera pariente del león— por
consecuencia, ella era intocable.

Los jefes y los caciques operan con una tarjetita
firmada por uno de los "poderosos del gobierno" y con las
palabras mágicas del abracadabra: "Soy amigo de…"
las puertas se abren y la decencia se cierra.

Nosotros no elegimos un presidente para que dispense y
disperse sus vehículos con vidrios oscuros, abusando a
todos los motoristas del país.

Elegimos a un presidente para que nos oriente con su
ejemplo, parsimoniosamente, con los asuntos del estado. — no
para que nos humille…

¡Señores presidentes, no exoneren
más vehículos! Sus predecesores lo han hecho ya en
cantidades industriales — como dice el
refrán.

¡Basta!

El soldado que está a mano izquierda, no sabe ni
cómo marchar…

Otro enemigo son, los militares. Leonel tuvo una
experiencia amarga cuando su primer gobierno principiara.
Imagínese ahora, con la politización existente de
los altos rangos

Que los guardias, defiendan la integridad territorial de
la nación,
y que no que se constituyan en guardianes de riquezas enormes,
adquiridas — no, con un sueldo moderado y justo.

Pero, la reelección continúa siendo
nuestro mayor enemigo. Hasta que nuestros líderes aprendan
el significado de la palabra santidad… La
reelección nunca será posible.

¡Nunca!

    

Augusto prócer, mártir,
héroe. Presidente que nunca buscó su
reelección. Hombre de integridad…

Que en su estela dejen ustedes todos, como presidentes,
la memoria
imposible de la reelección, como su legado
final.

Por santidad, me refiero al respeto de la
constitución, al honor de la presidencia, a
la consideración debida a los ciudadanos y al propio;
ofreciéndonos un presidente que exalte y que honre su
cargo — un presidente del que sintamos orgullo y uno que no nos
llene de vergüenza… (El libro
recomendado: From Dawn to Decadence por J.
Barzun).

Bibliografía

Suministrada por solicitud.

 

Dr. Félix E. F. Larocca

Partes: 1, 2
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